Siempre he considerado que ante la experiencia hay que descubrirse. He valorado a mis maestros porque me han dedicado su tiempo para transmitirme, generosamente, sus conocimientos. Aún recuerdo a una joven estudiante que consideró aburrido que en una charla reconociera la importancia de todos los que me ayudaron a ser la profesional de hoy. Pierre Cardin cumplió el pasado 2 de julio 98 años y en pleno confinamiento por la pandemia un medio de comunicación publicó que quien fuera considerado el inventor de la moda futurista en la década de los sesenta, había acertado de pleno.
Había acertado porque su ropa futurista inspirada en la carrera espacial, iba a sernos tan familiar este año, el año del Covid-19, por la profusión de pantallas protectoras que vemos a diario. Los diseños que hoy traemos a telademoda están fechados en la década de los sesenta. “La técnica de esa época fue muy importante para desarrollar la tecnología que tenemos hoy. Sólo Courrèges y yo tuvimos el valor de hacer una moda que rompió la moda. Se podría decir que fuimos modernos”. Así se expresaba en una entrevista el maestro Cardin.
«Me gusta la ropa que no existe, imaginar el mañana». Y el mañana de Pierre Cardin es hoy. El motivo, higiénico-sanitario, pero su capacidad para prever el futuro, certera. Cuentan que fue un protegido de Christian Dior, pero también que fue rechazado por su admirado Cristóbal Balenciaga, modista introspectivo, austero y poco dado a la farándula. Cardin es un hombre expansivo, entusiasta, con gran capacidad de observación. Se suele «perder» viendo ensimismado los fondos del Museo del Prado.
Tiene en su haber, entre otras genialidades, haber creado la moda unisex y el prêt-à-porter. Por este motivo fue expulsado de la Cámara Sindical de la Alta Costura de París, que lleva a rajatabla cumplir al dedillo su derecho de admisión. Más tarde regresó, entre otras razones, porque fue también pionero en llevar la alta costura a Japón y el primero en hacer licencias de su firma. Hoy podemos encontrar bajo su sello perfumes, joyería, relojes, muebles y todo aquello que a una mente comercial como la suya se le pueda ocurrir.
Su visión de futuro partía de la base, las telas, y aseguraba que los ciudadanos del siglo XXI se vestirían con tejidos técnicos. Como hombre entusiasta, patentó su propia materia prima y la bautizó con el nombre de Cardine. Protegía del calor, se adaptaba al cuerpo como un guante, con acabados en tres dimensiones, ¿se puede ser más precursor? El tejido se teñiría en colores neutros para que no hubiera distinción cromática por sexos. Pero lo más llamativo es que los cascos, las pantallas, los pasamontañas o las gafas de espejo serían imprescindibles.
Es curioso, pero Cardin nunca pensó en que el enemigo a batir fuera un traicionero virus invisible. En la época en que ideó su ropa futurista, la Guerra Fría estaba en pleno auge y cualquier mundo era posible. Es cierto que la moda es un reflejo de la sociedad de cada momento y este 2020 lo recordaremos por el despliegue de pantallas y mascarillas para defendernos del Covid-19. Pero también recordaremos a quien vaticinó el futuro, al hombre que siempre reconoce estar en posesión de un imperio global a fuerza de voluntad y trabajo. Porque ni siquiera el maná cae del cielo.