Tengo reciente en la memoria Gilda. La acabo de ver en el cine de verano que han instalado en el Parque de María Luisa, en una de esas iniciativas dignas de aplauso. Los mismos que se escuchan cuando acaban las cintas. Ver gratis, ya saben, gratis cueste lo que cueste, películas que forman parte del laico santoral de nuestras vidas, no tiene precio. Y además en pantalla grande cuando no se tiene edad de haberlas visto en el momento de su estreno, redobla la sensación de que agosto es un mes muy bien aprovechado si te quedas en Sevilla. Ahora me entero que Montblanc, esa firma alemana de plumas de postín, acaba de homenajear a la estrella de Hollywood Rita Hayworth con una edición limitada de 46 ejemplares, porque en 1946 se estrenó Gilda, la película dirigida por Charles Vidor. Plumas que parecen estar hechas más que para escribir para que babeen las visitas y salga de nuestro interior ese repelente grito infantil actualizado en un «marketizado» «porque yo lo valgo».
La pluma en cuestión es de laca verde, inspirada en el vestido que la actriz usó en uno de los distintos carteles anunciadores de la película. El voluptuoso acabado en guilloché de la tapa, el barril (ambos hechos de oro de 18 quilates) y la piedra citrina en el clip representan el cabello pelirrojo de la actriz, que ocultaba el natural, negro como el azabache, pero no tan sensual para los productores de Hollywood. La tapa de la pluma está adornada con diamantes tanto en el borde superior como en el inferior. El plumín de oro de 18 quilates está realizado a mano y lleva una pequeña hendidura en forma de corazón. El emblema de Montblanc en la parte superior está hecho de madreperla; o sea, de nácar.
Esta joya vuelve a confirmar que la pluma es más poderosa que la espada, que cruza la cara en forma de humillante bofetada. La que le dedicó Glenn Ford a Rita Hayworth en una de las escenas más recordadas de la película, junto con la del «estriptis» del guante. Claro que Gilda, previamente, ya le había propinado dos al actor, que perdió sendos dientes dado el realismo que la actriz desplegó en la violenta escena. Porque realmente Rita se llamaba Margarita Carmen Cansino, era hija de Eduardo Cansino, un bailaor nacido en Castilleja de la Cuesta (Sevilla) y de origen judío sefardita. Tengo que preguntarle a la compañera Eva Díaz Pérez si tenía algún parentesco con su estudiado escritor Rafael Cansinos Assens.
Su madre, Volga, de la que tomó el apellido para salir a escena, era una bailarina de origen irlandés. Gilda, que en el siglo XXI es una película a todas luces sobre una mujer maltratada; sobre una mujer díscola, «perdida», que sólo es capaz de redimirse en los brazos de un hombre, en la fecha de su estreno, no es más que un mero reflejo de la vida real de su protagonista. Rita Hayworth tuvo una vida bastante alejada de la fastuosidad y esa rebosante felicidad que el resto de los mortales confiere a las divas, sobre todo las mujeres. Esas mujeres, coetáneas de la actriz, de vidas grises y opacas, en general, creían que su admiraba Rita gozaba de una existencia paradisíaca. Sin embargo la realidad era bien distinta. Explotada, incluso sexualmente por su padre, en el amor repetiría siempre el mismo tipo de hombre: Miserable en su apabullante prepotencia. Algo así como en Gilda.
2 comentarios
¿Sabes lo que más me gusta de tu blog? Lo bien que escribes, joé.
Pobre Gilda, pobre Rita. Y que alegría poder mirar la cinta con ojos diferentes a los de aquellas mujeres que lo hicieron la primera vez !!
Las plumas son un verdadero capricho, un sueño, que para mi sería perfecto si pudiese comprar una y aún regalársela a mi padre, admirador incondicional de Margarita Cansino.
Precioso el artículo.
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