Mucho antes de que Coco Chanel lanzara le petite robe noir (little black dress, LDB, en inglés), aquí, en nuestra querida España, hubo un rey que puso de moda la asombrosa majestad de una indumentaria tan oscura como una leyenda negra. Felipe II, allá por el siglo XVI, no sabía que iba a dar pie a un color que, con el tiempo, sería tenido por imprescindible, socorrido y recurrente, como lo queramos llamar. El negro ha fluctuado en ese vaivén que son las modas, en plural, pero se ha mantenido en esa eternidad que es la moda en singular. Ahora vuelve a salir a la calle, como lo hiciera en los años noventa del siglo pasado de la mano de los diseñadores japoneses. En la actualidad, en un mundo globalizado, el negro es universal.
Era el mes de noviembre de 1926 cuando la revista Vogue Francia presentaba el «nuevo uniforme de la mujer moderna». Mademoiselle Chanel había creado un sencillo vestido de tubo de crespón negro, con escote a ras del cuello, con mangas largas muy ajustadas, cortado bajo las rodillas, sin cuello, sin botones ni pasamanería, sin drapeado ni flecos, sólo un pequeño efecto ablusado sobre las caderas y una banda incrustada en forma de uve. En Estados Unidos se le bautiza inmediatamente como «La Ford de Chanel», símbolo del lujo y la elegancia. Entonces todos recuerdan esa ingeniosa ocurrencia del magnate del automóvil: «hacedme coches de cualquier color, a condición de que sean negros».
Ahora, todas las colecciones llevan el negro por bandera, ¿símbolo de la recesión que nos ocupa y preocupa? Quizás, pero un vestido negro se ha convertido en pieza esencial en el fondo de armario. Saca de muchos apuros, es fácil de «vestir» con complementos que van desde pañuelos, joyas, bisutería y demás accesorios, y pone a prueba la creatividad de la usuaria. Una creatividad que ha salido del letargo que suponía el dártelo todo hecho y porque, además, la necesidad suele obrar milagros. Es verdad que el negro, a lo largo de la historia de la moda, ha tenido muchos detractores. Los amantes del barroquismo y de alegrar el vestuario de la mujer, abominaban de la oscuridad y la sobriedad que provocaban en el rostro y en la prestancia femenina.
Pero el negro también ha sido símbolo de protesta, ahí están los existencialistas, que no se ponían otra cosa, y de todo aquel que quisiera destacar por su credo o por sí mismo. «Vístete de negro y te verá todo el mundo», decía esa filósofa de la vida que era Chanel. Pero el negro además de solemne, elegante y riguroso, es serio, aunque en un principio fue sinónimo de grandeza y majestad. Bajo el reinado de Felipe II, que ha pasado a la posteridad con el remoquete de que en España no se ponía el sol, la corte española se convierte en el modelo a seguir por el Viejo Continente. El traje se torna más mesurado, se acentúan sus formas geométricas y el color negro se hace omnipresente en el vestuario, convirtiéndose en el traje de ceremonia por antonomasia en las cortes europeas.
Decir negro era decir grandeza, majestad, clase pudiente. En España, hasta bien entrado el siglo XX, las clases populares eran las únicas que exaltaban la vivacidad del color, salvo aisladas reacciones españolizantes ante la Ilustración y el afrancesamiento par parte de algunas aristócratas que, como la duquesa de Alba, gustaban de retratarse con traje de maja. El negro es un color de largo recorrido, entre el drama, el luto y la superstición. La moda española del negro fue de la mano del oro del imperio. Oro no sólo tangible; oro de esplendor, cercano a esa erótica del poder que destila el que lo ostenta. Evidentemente, todos imitan al fuerte, al que descuella.
En los años noventa fue la fiebre del negro con la invasión nipona en Occidente de creadores que en esos momentos pisaban fuerte en las pasarelas de las ciudades punteras.Hubo incluso una exposición-exaltación del negro en el Museo de la Indumentaria de Barcelona, que exhibía distintas piezas a lo largo de la historia. El negro tiene hoy también su protagonismo. Es sensual y tiene mil usos; puede combinarse con otros tonos, incluso con el azul, lo último en cócteles cromáticos para este invierno. Además, tiene la ventaja, salvo en una boda, de que nunca te deja mal. Quizás porque es un color con marchamo de poder.
7 comentarios
Hola, he encontrado este blog en Google y es la repera, Tiene de todo. Este reportaje me parece lo más, pero los de Protocolo está n superbien. Supongo que es un blog profesional al ser la autora periodista. Felicidades. Miranda.
No tengo costumbre de leer blogs porque me parecen frívolos.Una amiga se empeñó en que leyera este y me ha dejado muy satisfecha. Ahora lo recomiendo. Este artículo me ha gustado mucho y en general es muy variado. Debe llevar mucho trabajo. enhorabuena.
Menudo pájaro de mal agüero fue ese Felipe II. Un artículo interesante.
Excelente post. Muy elegante.
Me ha gustado especialmente este post. Enhorabuena.
No tengo ni pajolera idea de moda, pero alguien me mandó este enlace y me gusta este blog. No es típicamente de moda ni sale la bloguera luciendo muslos rechonchos y cabezas gordas exhibiendo prendas que le quedan como un tiro, como en otros blogs que hay por ahí. Aquí encuentro curiosidades y mucha documentación.Espero que no le dé la picá de cambiar y hacer un blog como la mayoría. Entonces dejo de visitarlo.
My favorite color!
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