ALEJANDRO CARRERO, UN JOYERO ARTESANO

por Clara Guzmán

Es cordobés, de familia de médicos y abogados, pero desde niño destacó por ser muy habilidoso, un perito en manualidades. Alejandro Carrero tiene 34 años recién cumplidos y es joyero. Joyero de los de toda la vida, de los que trabajan con las manos y de los que se niegan a que se extinga el oficio. Disfruta tanto con su profesión que es capaz de plantarse ante la Asociación de Joyeros de Córdoba para pedirles que inviertan en joyería artesanal y no en 3D. Hoy traemos a telademoda una muestra de su trabajo, con el que ya ha conseguido varios premios. Como hijo de los nuevos tiempos, su obra la podéis ver y adquirir tanto en su página web como en su cuenta de Instagram, donde precisamente lo conocí. Las redes sociales tienen también esa apasionante vertiente.

«Estudié Diseño Gráfico en CEADE, Sevilla, pero siempre he necesitado el trabajo manual, así que después me matriculé en la Escuela de Arte Dionisio Ortiz de Córdoba. Allí realicé los dos módulos de joyería, el medio y el superior. Pero donde de verdad aprendí fue con un amigo de mi familia, Antonio Gracia Velasco, joyero de alta joyería; es decir, el que realiza todo a mano. Entré en su taller de aprendiz». Y fue en este taller donde Alejandro se empapó del oficio y empezó a coger vuelo en la profesión. «El año 2016 gané el premio del concurso «El arte y los patios cordobeses», organizado por Cajasol, con una gargantilla inspirada precisamente en los patios de Córdoba. Era una reja y sobre ella un geranio en miniatura. La pieza estaba realizada en plata y la institución la adquirió para su patrimonio».

Dice Alejandro que a raíz de este acontecimiento tan importante para su vida profesional y personal creó su marca. «Empecé a hacer una colección de animales en miniatura, fetiches, como los llamamos en joyería. Eran sortijas en plata donde daba vida a un pájaro, un toro, un delfín. Siempre me he inspirado en la Naturaleza, en los animales, en las plantas. Me inicié utilizando la plata, pero, a medida que he ido aprendiendo todos los oficios de la joyería, empleo también el oro y otros metales. Empecé también vendiendo a través de mi página web, pero es cierto que el boca a boca es lo que mejor funciona. El ochenta por ciento de mi negocio radica en las piezas personalizadas que hago para mis clientes. Los encargos cada vez son más numerosos».

Tenía Alejandro doce años cuando hizo su primera pieza. «Era una gargantilla hecha con telas, barro infantil pintado con acuarela y barnizado, de la que colgaban figuritas: peces, estrellas de mar…Se la regalé a mi madre y ella se la ponía muy orgullosa». Con los años ganaría el concurso internacional Denísova con un broche inspirado en el dios Eros, con las rosas en miniatura. En sus colecciones hay también pendientes, anillos, pulseras, colgantes. «Son piezas muy realistas, todas hechas a mano, pero en España no se valora la artesanía. La calidad hay que pagarla, es una inversión. Una pieza que va a pasar de generación en generación. Por ejemplo, las tiaras de novia que exhibo en los «corners» de las peluquerías de mis amigos y que tienen mucho éxito entre la gente que le gusta y aprecia lo artesanal. Gente que quiere una pieza distinta, que la puede usar incluso de gargantilla».

«Están realizadas en plata, un metal que no provoca alergia. La alergia aparece cuando se adquiere ese género que viene de China, tiene aleaciones raras y se vende a un precio irrisorio. Ahí radica el que sea barato, en que, por ejemplo, le dan baños de cinc. La calidad hay que pagarla. Son diseños que perviven en el tiempo, además de que con su adquisición se contribuye a mantener los oficios. Lo digo en la Asociación de Joyeros de Córdoba, invertir en joyería artesanal y no en 3D, que para eso están los chinos. Sí que estoy convencido de que la artesanía es el lujo del siglo XXI, pero la artesanía en todos los sectores: zapatos, bolsos y por supuesto en las joyas». Alejandro, que también pinta al óleo, pero sólo para él y sus amigos, tiene la costumbre de asistir a ferias de artesanía, pero nunca de joyería. «Me gusta mezclarme con otras artes, se hacen sinergias y siempre te enriqueces».

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