Triana se pone flamenca

Pilar Vera viste de flamenca a las novias

Triana es a Sevilla lo que el Trastevere es a Roma o a mí al menos me lo parece. Un barrio con personalidad y con mucha historia a cuestas. Tanta que cuando mi amiga Pilar Burgos me decía que las trianeras andaban con la sensual voluptuosidad de las moras me parecía novelería.

Lo de la noveleríá me duró hasta que me enteré que cuando Felipe II expulsó a los moriscos de Granada muchos se asentaron en este barrio de alfareros y a la genética no hay maquillaje capaz de ocultarla. Como tampoco se puede ocultar que la primera edición del desfile urbano «Sevilla y Triana» vio la luz gracias al tesón de Enrique Parrilla, mano derecha de la delegada de Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla, Rosamar Prieto-Castro. Bajo el paraguas de Moda de Sevilla y con  la presencia del alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín,  y el portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento, Juan Ignacio Zoido, muy interesado en que la moda sea otro de los jugosos anzuelos para atraer el turismo a la ciudad, doce firmas autóctonas exhibieron sus propuestas.

Con la dirección artística de Manolo Giraldo, que hizo doblete, ya que también presentó su versión de trajes de flamenca para fiesta, y con la batuta estilística de Paco Cerrato, entre golpe y golpe de abanico, el puente de Triana fue una pasarela de moda en días de Velá.

Original bata de cola de las hermanas Pol Núñez

Sensual y femenino

Allí se dieron cita Molina Moda Flamenca, las hermanas Pol Núñez, Miguel Reyes, Pepín Castillo, Lina, Pilar Vera, Luchi Cabrera, Nuevo Montecarlo, Ángeles Verano, Carmen del Marco y Aurora Gaviño. Cada firma presentó tres modelos, donde el denominador común era el traje de flamenca, el vestido regional en el que más se han inspirado los grandes de la costura. Sensual y femenino, tiene su origen en el modesto ropero de la mujer del pueblo. Precisamente en el humilde armario de las mujeres de los tratantes, en su mayoría gitanas, que acompañaban a sus maridos a la feria de ganado, germen de la feria más universal. La bata de faenas, de trajinar, rematada en dos o tres volantes, con la que cocinaban en el anafe el puchero familiar es el origen de un traje que, con el tiempo,  y sin que se resintiera prácticamente su identidad, ha ido variando en función de las modas y de las distintas situaciones socioeconómicas. El legado indumentario de nuestras antepasadas se ha ido adaptando a las modas y modismos, pero no ha perdido su esencia. Esa esencia que no dudan en querer atrapar al vuelo creadores como Galliano, que quiso visitar el taller de Lina,  «la Christian Dior del flamenco», como la definió el diseñador, antes de lanzar su colección inspirada en Sevilla.

Una de las propuestas de Molina Moda Flamenca

Los expertos en el traje de flamenca hablan de que la profusión de volantes disimulaba con gracia y salero la tosquedad de las primeras telas e imprimía al andar un aire más jacarandoso. Su misma hechura, el llamado cuerpo de guitarra, realza las cualidades de la mujer y disimula sus defectos: escote de pico, redondo o cuadrado, según las épocas; pelo recogido en un moño para dar esbeltez al cuello y no romper la silueta; talle ceñido para abrirse luego en las caderas a modo de flor. Así el traje de flamenca fue ganando en soltura y coquetería  con los distintos complementos que se fueron sumando: mantones de Manila, flores en el pelo, corales. ..Toda una sinfonía de aditamentos para enaltecer un diseño que consigue dar siempre un golpe de volante.