Es una madre que entrega a su hijo a la protección del Simpecado de la Hermandad del Rocío de la Macarena. Pero podría ser una madre de una tribu africana, de la India, del más tecnológico Japón, del más avanzado Berlín o de cualquier sitio que estuviera en las antípodas de la iglesia de San Gil. Allá arriba, en el cielo – literal y metafórico- está ese manto que arropará al hijo cuando la cobija de la madre se quede chica. Es el amor de madre, ese que todavía he visto escrito en algún brazo desnudo que empuña ansioso un trago de mal vino. Es la redundancia grabada en la piel del pobre de espíritu. Su único equipaje en el alma, porque en el cuerpo anda ligero como andaba el poeta. Ante el cielo protector se rinden los sublevados y se silencian los credos. Por un hijo mudan los intereses, se desvanece el orgullo. Por un hijo se tejen días de esperanza, de ilusiones, de proyectos. Como una Penélope maternal, la madre teje y desteje hasta que la realidad le descubre que el telar tiene su propio dueño. Entonces dejará la labor en suspenso, pero seguirá ojo avizor, cumpliendo esa norma no escrita de proteger a la prole. Con el gesto, con la mirada, con un mohín de la cara. Hay cordones que nunca se rompen, aunque el uso los deshilache. Hay cordones que dejan, para gusto o disgusto, la marca. Y hay marcas que se desvanecen porque los años acostumbran a ver cotidiano lo extraordinario. Dicen los que saben que a eso se le llama ley de vida.
(Foto: Kako Rangel kakofotografo@gmail.com)
5 comentarios
I like the way you see problems
Las madres, ya se sabe, están para un roto como para un descosido. Pero a veces es difícil que esto mismo lo comprendan unos hijos que, por razones naturales, quieren largarse de casa cuanto antes. Eso sí, cuando se interesan le ponen a uno en un brete, o sea, que meten el dedo en la llaga. (En definitiva, para meter el dedo en la llaga, están los hijos) Pero, ¿qué haría una madre por sus retoños? Será verdad que Belén Esteban sea profeta, aunque no sepa muy bien cuál sea su tierra, cuando dice eso de que ¡por mi hija, MA-TO!
Muy bonita la foto, preciosa.
Real como la vida misma.
Ley de vida!, cuantas veces se repite eehh!!!
Un beso
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