¡Átame!

por Clara Guzmán

 

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Dicen que los nacionalismos se curan viajando. Es lo que tienen los «ismos», que suelen ser sedentarios. No se mueven ni aunque se lo diga el médico. Así acaban: oliendo a rancio de no orearse. Por eso para la periodista es una bocanada de aire fresco que una firma de lujo como Hermès (el lujo es una necesidad del alma, Coco Chanel dixit), nos invite a viajar en su última colección de pañuelos.  Son dieciséis pañuelos viajeros, que no turistas, porque viajeros hay pocos y turistas, ¡ay!, turistas hay a miles. Así que Hermès ha cogido las maletas, esas maletas que evocan los cuadros del pintor andaluz Cristóbal Toral, y se ha convertido en un Phileas Fogg del siglo XXI.  El redivivo protagonista de Julio Verne recorre el mundo por la ruta de la seda con una guía de excepción: la Casa francesa que lidera la alta costura de los accesorios.

Porque un pañuelo es un accesorio. Pero, caramba, qué accesorio. No lo digo por lo que vale, porque ya lo dijo Antonio Machado, es de necios confundir valor y precio, sino porque a ver  a qué accesorio le dedican un rato de estrujarse las meninges los sociólogos. Para algunos expertos en esta materia, el pañuelo es como una «muleta» para la mujer, porque le acompaña y le da seguridad, aunque la Sociología era para Bergamín «una ciencia vaga que no se sabe muy bien de lo que trata».

Modositas

Patrizia Calefato, experta en moda, va por otros derroteros cuando escribe sobre el fuerte componente sensual de este complemento. «Porque se acerca más que a otra cosa a una imagen de mujer de «buenos modales». Quizás sea el tejido original de seda que lo caracteriza, confiriéndole un carácter acariciador, envolvente… Es una típica prenda de ropa femenina cuya función práctica (proteger del frío y del viento, cubrir el escote) es relativamente secundaria, ya que se trata de un signo, de un estilo». Efectivamente, el pañuelo nos acerca a la chica «modosita», que se desata cuando la incandescencia es superior a sus no demasiado recios principios morales. Ahí tenemos a Grace Kelly en «Mogambo», en otros sitios no estaba la cámara de John Ford para dar fe de su mutación de gatita en tigresa. En una de las escenas más tórridas del cine de la época, la posterior princesa de Mónaco se desata el pañuelo que le anuda a una determinada clase social y moral en contraposición con la «libertina» Ava Gardner, y se ata al seductor  Clark Gable, en aquel viaje a la selva interior de cada protagonista.

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De ataduras cinematográficas no sólo entiende Pedro Almodóvar, Kim Basinger también utilizaba el pañuelo como elemento erótico en «Nueve semanas y media», cuando se convierte en viajera del mundo de los sentidos. El séptimo arte, divulgador de las tendencias de moda, está plagado de actrices «empañueladas» en películas tan taquilleras que cumplieron su misión de vender billetes de viajero del mundo al entregado espectador. Audrey Hepburn pasó a la historia del cine subida en una Vespa con un pañuelo al cuello en la película «Vacaciones en Roma»;  luego lo llevaría anudado debajo de la barbilla en «Charada», de la misma forma que andando el tiempo se lo vimos a  Penélope Cruz en «Volver», la película del director  manchego Peeeeeeeeeeeeeeeeedroooooooooooo.

A veces nos sorprendemos de los antecedentes de artículos que con el devenir del tiempo se convierten en símbolos del lujerío, del mundanal ruido y de la vida cosmopolita (moscopolita decía el otro). Los cinéfilos saben de las «ataduras» de las modas que actrices y actores imponen en la gran pantalla, porque el oficio de interpretar conlleva una aureola de prestigio al que es fácil ligarse. Lucidas por un primer espada del cine, las tendencias se extienden y adquiren marchamo de imprescindibles en su efímera vida. Unas nacen sin antepasados conocidos y otras, como el pañuelo, con unos evidentes genes rurales: era tan necesario como saludable para mitigar los estragos del sol cuando actúa de enemigo. De origen campesino, formaba parte de los trajes populares de todos los países. Luego llegó, por ejemplo, Hermès, la firma francesa creada en 1837 por Thierry Hermès, y los elevó a la categoría de piezas de arte, con el sello de distinción que implica llevar la publicidad volátil de una Casa de solera. En la colección de esta temporada hay verdaderas joyas que invitan a viajar en el tiempo, en el espacio, entre el sueño y la realidad y que le imprimen tal dinamismo a la vida que a una no le importa decirle al pañuelo de turno: «¡Àtame!»

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6 comentarios

slimlida 12 enero 2013 - 21:55

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Candela 4 octubre 2010 - 13:16

Bonitos pañuelos y interesante post.
Saludos desde Málaga

Carlos Telmo 10 julio 2009 - 12:09

Querida Calra, ya era hora de que entrara en tu página, me encanta lo que escribes pero voy a seguir dando una vuelta, como pueda, por la red a ver si me aclaro un poco mas y manego este complicado apararto.

Todo mi cariño, ¿cuando nos vemos?, un abrazo y enhorabuena, ah! me encantan los pañuelos de Hermés…

Carlos Telmo

Nuria 10 julio 2009 - 11:23

Querida Clara:
Preciosos los pañuelos de Hermes,sobre todo el primero lleno de maletitas de colores,que evocan evasiòn y optimismo.
Creo que el pañuelo nunca dejarà de ser un imprescindible porque està
en el limbo entre lo obvio y lo sutìl,entre la insinuaciòn y la exhibicion,en-
tre lo que no se ve pero se intuye….en definitiva hace funcionar la imagi-
naciòn,y señores èsta es gratuita ¡ ùsenla ustedes con acierto¡
Por el bien de todas….

Agustín Velasco 8 julio 2009 - 15:04

Lo que pocos saben es que Le Carré de Hermés es originalmente un complemento masculino que termina por adoptar la mujer.

María 7 julio 2009 - 10:25

Mi queridísima amiga, como siempre y para no variar, estoy totalmente de acuerdo contigo. Personalmente soy una enamorada, practicante, de los pañuelos. Aunque reconozco que en la actualidad, y con «la caló» que hace, he dejado aún lado su práctico uso diario ¡Hay que ver lo que viste un estiloso pañuelo!, no hay nada más práctico y, socorrido, cuando no sabes que accesorio ponerte, siempre aciertas.
Los diseños que acaba de sacar Hermés me encantan, son una maravilla. ¡Enhorabuena para el diseñador!

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