Juan Luis Chauvin, una joya de autor

Pendientes de coral piel de ángel y brillantes y un collar de perlas australianas, joyas lucidas, como todas las que aparecen en el reportaje, por Pilar Martín Rodríguez. Fotos: Gogo Lobato

Juan Luis Chauvin tiene una pequeña tienda taller en la calle Álvarez Quintero que recuerda a las coquetas joyerías del Ponte Vecchio en Florencia. Por aquí no pasa el Arno, pero como comerciante espera que pase un río de gente.

 La historia de este artesano joyero se remonta, como la mayoría de las veces, a un antepasado inquieto que no dudó en cruzar la frontera y sembrar la semilla de su profesión para que germinara en generaciones futuras. » A mi tatarabuelo, que era relojero en París, se le presentó la oportunidad de montar una relojería en la Plaza de San Francisco y no sólo se vino a Sevilla, sino que nos dejó el legado de su oficio y un apellido francés que llevo a gala. Fue mi  bisabuelo el que montó el taller de joyería en Álvarez Quintero, prácticamente como está en la actualidad, pero con algunas reformas y con la novedad de que hace diez años le incorporé el escaparate».

Gargantilla de oro amarillo y topacio en el centro

Hasta esa fecha, Juan Luis Chauvin y sus operarios, nietos de quienes trabajaron con sus antepasados, no mostraban sus piezas al público. El público sabía de su existencia por el boca a boca y el prestigio que fue forjando esta saga de joyeros. De ese pequeño taller, en el que las perlas australianas conviven con los corales piel de ángel o las sortijas de rubíes y brillantes, salen grandes piezas sacadas del magín de Chauvin, se reparan otras o se reforman aquellas que las modas relegan. «Esta profesión se hereda de padres a hijos, se transmite la pasión por el oficio, porque lo ves a diario y lo vives. No acabas de aprender nunca y cuanto más sabes menos sabes. La artesanía no está valorada, es más fácil vender una pieza que trabajarla; no compensa ser artesano, sino en todo caso joyero. En el taller hacemos todos los procesos, desde diseñar una pieza a realizarla, pasando por la búsqueda de las piedras que le vayan bien. Yo tengo dos niñas, una estudia Económicas y Derecho y la pequeña está en el Bachillerato. Todavía no sé lo que va a pasar, pero me temo que voy a ser el último en ejercer el oficio que heredé de mi bisabuelo».

Pendientes y collar de piedras finas

Vuelve el oro amarillo

Dice que ha vuelto el oro amarillo, arrumbado durante unos años por la primacía del blanco. «Se lleva el oro amarillo, el rosa y el rojo, para piezas de brillantes siempre se ha usado el blanco, que últimamente ha decaído bastante. El brillante sigue en alza y las piedras de color y de tamaño exagerado. La crisis la notamos como en todas partes, pero en nosotros está más acentuada, teniendo en cuenta que el gramo de oro alcalnza hoy treinta euros; mañana ya veremos. Mi clientela  forma parte de la clase media profesional, que está siendo la más afectada por la situación económica financiera. De todas formas, mi abuelo siempre nos decía que si habíamos superado la posguerra española, ¿no íbamos a salir de una crisis?»

Sortija de diferentes piedras, montada en oro amarillo

Juan Luis Chauvin se muestra orgulloso de haberle hecho piezas al Simpecado de Triana. «Desde una flor a cambiarle toda la pedrería de la peana, que era falsa debido al robo de la auténtica. La recubrimos de brillantes y piedras finas, donadas por los hermanos, y así quedó subsanado el sacrilegio. También diseñé y monté  en platino, la sortija de pedida que le regalé a mi mujer, dos brillantes y un zafiro azul en el centro, con dos aros salomónicos a los lados. El zafiro azul Ceilán es mi piedra preferida, aunque un rubí sangre de pichón rojo rojo puede llegar a ser más caro que un brillante. Los mejores brillantes están en Sudáfrica, pero el que compra lo hace en Amberes. El negocio de brillantes está en manos de judíos, en Estados Unidos, por ejemplo, hay calles enteras llenas de tiendas, donde los venden en exclusiva».

Tratar con el público es como hacer un master en sociología, por eso asegura tajantemente que el mejor cliente es el hombre. «Hay muchos sevillanos a los que les gusta las joyas y siempre buscan una ocasión para adquirirlas. Los brillantes y las esmeraldas son sus preferidas y las piezas que suelen regalar son sortijas. Recuerdo que tenía una de brillantes negros magnífica y que su comprador fue un hombre. De todas formas hay piezas que me cuesta trabajo vender, porque son como mis hijos, les he dedicado tanto tiempo y tanto mimo que no me gustaría apartarme de ellas, como, en la actualidad, de estos corales piel de ángel».

Pendientes de rubíes y brillantes

Los revolucionarios de la joyería

Dice que la Joyería en Sevilla era muy tradicional, pero llegó el desgraciadamente desaparecido Ignacio y mandó parar. «Ignacio revolucionó la joyería. Trabajaba en mi casa y se fue a Madrid a hacer la mili. Allí siguió en el oficio para marcharse después a Francia y desde allí nos trajo lo mejor de la joyería gala, unos diseños innovadores, con los que dio un giro a lo que se llevaba en Sevilla. Fue otro revolucionario de la profesión».