James Laver, experto en moda, lo había dejado escrito: «La ropa es inevitable. Es nada menos que el mobiliario de la mente hecho visible». Así que me quedé con la copla y cuando he leído el estudio dirigido por el psicólogo estadounidense Abraham Rutchick me sonaba la letra y hasta la música. El estudio llega a la conclusión de que vestir de una manera más o menos formal influye en la manera de pensar, de ver las cosas, y hasta ayuda a tomar decisiones. Aunque algunos políticos hayan abdicado del traje, el traje ha sido y es inherente al líder, le imprime confianza, credibilidad, seriedad, aplomo, autoridad moral e incluso sosiego.
Pero el reciente estudio del psicólogo Abraham Rutchick de la Universidad Estatal de California, Northridge, que son las que suelen hacer estos trabajos que otras consideran baladíes, porque no tienen un euro ni para lo trascendental, va más allá. Publicado en la revista «Social Psychological & Personality Science», afirma que el traje moldea el cerebro de quien lo lleva. La misma persona procesa las circunstancias mentalmente de forma distinta si se viste de una forma u de otra, y eso determina las habilidades para hacer frente a distintas tareas. Según ha explicado Abraham Rutchick a Jordi Jarque, los seres humanos tienen tendencia a pensar de una manera más abstracta o concreta. «Abstracta significa ser creativo, de ideas grandes, con una visión más general y amplia».
«Pensar de una manera más concreta- continúa el psicólogo- significa estar más orientados al detalle, a las tareas específicas. Nuestra investigación sugiere que el uso de ropa formal hace que la gente piense de manera más abstracta y se sienta poderosa. Cuanto más elegante y formal, el cerebro reacciona con una mayor perspectiva global de la situación y no se queda atascado en los detalles». No es que quiera echar por tierra el estudio, pero el escritor Charles Dickens ya decía que «cualquiera puede estar lleno de animación y de buen humor cuando va bien vestido». Claro que Simone de Beauvoir tampoco se quedó corta cuando, en relación a la mujer, dijo:
«La mujer está mejor considerada cuanto mejor sea su aspecto. La elegancia es un arma, una contraseña, una forma de hacerse respetar». Volvemos al estudio. Si un traje en el hombre aumenta la autoestima, la capacidad de decidir y transmite autoridad, en una mujer no se queda atrás. Al fin y al cabo, en este aspecto también somos iguales. Volviendo a las conclusiones de la investigación, los futuros trabajos podrían considerar el grado más adecuado de formalidad de la ropa según el tipo de decisiones que tomar». O sea, que ya no sólo sería una cuestión de protocolo, o lo que es lo mismo, de sentido común, sino que ir bien vestido afectaría a nuestra psique. Ya lo decía José Luis Alvite: «Uno se siente socialmente más seguro cuando se muda y huele bien».