Veo este cielo retratado por Sanvicente y vislumbro también el misterio de ese sombrero universal que nos mantiene la cabeza a tono con el día. Gris, nublada, azulada con leves pinceladas rosáceas o a brochazos de seda. Está ahí, como ha estado siempre, para que el hombre le tema, le pregunte, le cante, le piropee, le implore o simplemente le diga que espere. Que espere, que le de tiempo para saber descifrar qué hay más allá de la pintura; de su fama de acogedor. Si es sólo color o hay calor tras el telón. Porque el cielo, como el hombre, puede ser, a veces, muy traicionero.
(Foto: Manuel Sanvicente www.artworkproject.com/profile/ManuelSanvicente)