Marta Vera, pintora de brocha chica

No sabía si titular «Marta Vera, maquíllame, maquíllame», pero he preferido hacerlo con la definición que de su oficio da esta joven sevillana de la Puerta Osario. Vitalista, de las que se resisten a dejarse adormecer por la crisis y que sería capaz de poner a producir a esta malhadada señora, Marta me dijo muy seria  que un maquillador profesional es «un pintor de brocha chica». «Trabajamos en caras, en expresiones, no es lo mismo pintar un cuadro que a una persona. Con las personas hay que tener mucha sensibilidad».

Marta tiene un abultado curriculo, un adjetivo muy socorrido, un tanto ordinario, pero tan gráfico que no me resisto a prescindir de él. Si dices abultado la gente ya sabe que se refiere a que es largo en el tiempo e intenso. Lo último ha sido el maquillaje y el estilismo al actor, guionista, director y productor francés Gérard Jugnot para un espléndido reportaje publicado en la prestigiosa revista gala «Paris Match».

El talento es el talento

Marta Vera aprendió con Julio Quijano, un  pintor y escultor que trabaja para Stick  Art  Studio y por el que siente verdadera admiración. Una admiración que se funde con la pasión que tiene por su profesión, a la que defiende a capa y espada; no MA-TA, al estilo belenestebanista, pero saca toda la artillería pesada verbal cuando se trata de atacar a instrusos y advenedizos. «La técnica hay que aprenderla, pero el talento es el talento. Cada profesional tiene un estilo, aunque la experiencia es muy importante. La mayor enseñanza te la da la gente, tocamos piel, es un contacto cercano y si lo pensamos bien ejercemos las funciones de un psicólogo; hay un cambio de impresiones con el cliente, una relajación y una complicidad».

_¿Por qué esa obsesión por la belleza?

_Por la sociedad. Nadie es más bello que nadie. Yo hablo con personas y me enamoran y no están en posesión de esos cánones que entendemos por belleza. A mí, por ejemplo, nunca me han gustado los hombres guapos, los prefiero interesantes.

La gracia de Dios

_¿Cómo se disimulan los años?

_Estoy en contra de lo antinatural. Si el Photoshop es para bien, adelante, pero tiene que favorecer, no cambiar la expresión de la cara, porque hasta la gracia de Dios en exceso hace daño. Lo natural es que se tengan arrugas, hay que aceptar lo que uno tiene y verle el lado positivo. Nuestras técnicas están para ayudar, pero a mayor edad, menos maquillaje.  A veces nos sorprende ver a chicas jóvenes pintadas como una puerta,  pero a esas edades se está en plena efervescencia y el exceso parece consustancial con los años.

Enredada en un proyecto en el que mezcla mujeres, riesgo y belleza, Marta Vera se explaya hablando del Impresionismo y de su cuadro fetiche «El café nocturno» de Van Gogh. «Esa forma de percibir los colores…». Y del pintor holandés pasa a hablar con la misma vehemencia del actor Gérard Jugnot, al que todos recordamos por su papel en la película «Los chicos del coro». Le acaba de hacer el estilismo y el maquillaje para un reportaje  junto a Saïda Jawad, que ha publicado a todo tren «Paris Match». Marta cuenta y no acaba de la magnífica experiencia vivida, de lo natural y sencillo del personaje, de lo que aprende en estas sesiones. Y a una le dan ganas de llevarle el maletín de las maravillas, esa especie de chistera de mago de donde saca las medicinas del alma. Porque la belleza es un estado de ánimo, decía Z0la, pero también el resultado de aplicar el sentido común.

«Si tenemos un defecto en la cara  – dice Marta- mejor no resaltarlo. Nosotros utilizamos los tonos claros para destacar y los oscuros para ocultar. En la cara, lo primordial son las cejas, son las que marcan la expresión del rostro, por eso es tan importante depilarlas acorde con los rasgos y cuidarlas. Luego hay que tener una cadencia. Si se intensifican los ojos, suavizar  la boca y viceversa; es como si nos ponemos minifalda y escote a la vez. El resultado es excesivo. Para maquillarse hay que tener sutileza. Yo lo comparo con la comida, si no entendemos, no mezclemos o con el ordenador. Si no sabemos, no toquemos…»