A unos días de mi charla en la Agencia de modelos MmExpression, de Manuela Montes, me topo con un reportaje interesante y reconfortante en SModa, el colorín del diario El país. Reconfortante porque se va consolidando la idea de que las modelos no tienen por qué tener fecha de caducidad para subir a las pasarelas o posar ante la ya no tan descarnada (por aquello de los retoques digitales) cámara del fotógrafo. La juventud, que, según el clásico es una enfermedad que se cura con los años, es una etapa maravillosa porque se supone que todo es natural, sin artificios. Una etapa de iniciación en la vida, un aprendizaje y los que destacan (en este caso modelos) son imitados. Pero también es un periodo de carencias, sobre todo económicas, que a veces es el mejor acicate para avanzar. Por eso siempre ha sido una contradicción que las firmas poderosas ficharan a modelos rabiosamente jóvenes para encandilar a mujeres de edad madura, en la mayoría de los casos únicas destinatarias de los productos anunciados.
Daphne Selfe, de 86 años, es la protagonista del reportaje de marras. Una mujer con una personalidad desbordante, que al fin y al cabo es lo que perdura, porque la juventud se marchita y si no se ha vivido, no se ha sentido y no se ha sufrido; sí, que todo suma, uno se torna gris, opaco, sin luz. Me gusta esta mujer, como me gustan otras muchas que veo por las calles de Sevilla plenas de sabiduría en su elegancia, desde Triana al Porvenir, pasando por el Cerro del Águila o Santa Catalina. Muchas podrían posar como Daphne Selfe pero la vida les tiene asignado otro papel. Claro, que nunca se sabe. Cuidarse no es obsesionarse. «No me quiten las arrugas, que me ha costado mucho que me salieran», dicen que decía el gran Bogart a sus maquilladores. Y si no lo dijo merecía decirlo.
Andamos todo el día intentando borrar las huellas de los años, sobre todo las mujeres, porque todavía no está tan extendido eso de que la edad nos hace interesantes, como es el caso de los hombres. Es verdad que la presión es mucho mayor en nosotras, pero cuidarse no significa perder el norte. Cuidarse es salud, bienestar y echarle flores a la autoestima. Daphne, por ejemplo, hace yoga. Pienso en la película «La gran belleza», de Paolo Sorrentino, y en la decepción de su protagonista cuando acaba de estar con una mujer que solo es guapa, en el sentido más frívolo y superficial de la palabra. Porque guapa me parece Daphne con sus marcadas líneas de expresión, su piel arada por más de ocho décadas de vida y sus ojos vivos y alertas, como los de una ardilla.
«El concepto de lo bello ha cambiado mucho a lo largo de los años. Ahora no se necesita ser guapo, estrictamente hablando, o tener una belleza clásica. La gente que actualmente destaca en la industria de la moda es la que tiene un rostro peculiar, distinto y, sobre todo, una personalidad interesante, que es lo que luego se expresa en el exterior». Ha dicho Daphne, pero, claro, tendría que haber añadido que tiene que ser joven. Luego, echa la vista atrás y recuerda los tiempos en los que empezó. Recuerdos que coinciden con los de la directora creativa de Vogue, Grace Coddington, cuando era modelo.
«Cuando comencé como modelo, siempre tenía que llevar guantes, bolso y zapatos a juego, sacados de mi propio armario. También teníamos que maquillarnos y peinarnos nosotras mismas. Nos enseñaban etiqueta, cómo comportarnos en la mesa o cómo salir de un coche sin enseñar nada». Ahora, las facilidades se suceden. Llega Marta Vera y le hace maravillas a los aspirantes a modelos con sus maquillajes y estilismos y las firmas prestan la ropa y los complementos para los desfiles y todo lo que signifique visibilidad para la marca. Claro que lo de salir del coche con dignidad es de nota.
Recuerdo que hace ya muchos años, había una chica con un fachón impresionante que empezaba a hacer sus pinitos en los reportajes de moda que la que escribe hacía en ABC de Sevilla. Un día decidimos que una de las fotos se hiciera bajando de un taxi. Luego, en el periódico, mi entonces redactor jefe Antonio Burgos me dijo: «Esta niña llegará, no es fácil salir de un coche con esa elegancia y sin perder las formas. Llámala para los siguientes trabajos». Aquella niña es Yolanda Gil, que llegó a ser reconocida modelo de las pasarelas Cibeles y Gaudí en los tiempos en que la moda de España estaba de moda. Ahora, la acabo de recuperar en las redes sociales. Y este artículo va por ti, Yoli.