Yves Saint Laurent, en la Fundación Mapfre

por Clara Guzmán

 

 

Hasta el 8 de enero permanecerá abierta en la Sala de Exposiciones  Recoletos de la Fundación Mapfre  de Madrid una interesante retrospectiva sobre Yves Saint Laurent, uno de los creadores cumbre del siglo XX.  Una muestra bien organizada, gratis, dato importante en estos momentos, que ningún amante del arte y la moda puede perderse. El reloj se para para recrearnos en la interpretación del mundo de este francés nacido en Argelia, al que le hubiera gustado inventar los vaqueros.

  

 

La exposición está distribuida en once espacios que acogen una selección de casi 150 modelos de alta costura y prêt-à-porter, acompañados de fotografías y películas, además de 81 bocetos y 46 toiles, así como patrones de sombreros. Un acertado recorrido por la vida y la obra del diseñador desde sus primeras colecciones en 1958 para Dior hasta la última, presentada en el Centro Pompidou en 2002, seis años antes de morir.

 

 

 

Organizada en colaboración con la Fundación Pierre Bergè- Yves Saint Laurent, la periodista sólo le puede poner una pega y es la falta de luz en algunas salas, que impide apreciar con precisión la obra de un creador tímido, traumatizado por una infancia en la que fue objeto de burlas por parte de sus compañeros y por un servicio militar que le provocó un colapso nervioso. Una se puede pasar horas contemplando belleza, armonía y ese sentido de lo clásico tan bien definido por el torero Rafael el Gallo: «clásico es lo que no se puede hacer mejor». El tiempo no ha hecho mella en ninguna de las prendas que se exhiben. Ni el tiempo ni los vaivenes de las modas, esas que son efímeras. Porque Yves Saint Laurent es moda; o sea, eterno.

  

 

Innovador y visionario, hay que descubrirse ante la cazadora de piel de cocodrilo y puños y cuello de visón, los cortes en los vestidos o su homenaje a pintores de distintas corrientes artísticas. Perfeccionista hasta la enfermedad era capaz de mandar rehacer un vestido un día antes del desfile. La operaria lo hacía sin rechistar porque el jefe la compensaba con un trato cercano y una preocupación por su vida, su familia y esos avatares cotidianos que a veces son insustanciales para el empresario pero de gran trascendencia para el trabajador.

  

 

Como otros grandes, verbigracia Balenciaga, Yves Saint Laurent esculpía con sus manos las telas. Lo vemos en un vídeo probando a una modelo y allí está el artista dando forma a un vestido en el cuerpo de una mujer. La mujer, en genérico, de la que el creador fue cómplice en su lucha hacia la igualdad y el respeto en el mundo laboral y social. Nunca trabajó en un maniquí. Eso era muy frío para el artista que de niño representaba ante sus hermanas obras de teatro como «Las picardías de Scapin», de Molière. «Me había fabricado un gran teatro con un sistema de iluminación y a menudo desempeñaba varios papeles a la vez. Para mis personajes recortaba cabezas en las revistas y los vestía con trapos que me daba mi madre y que coloreaba con acuarelas».

  

 

El creador nunca ocultó que su infancia tuvo dos caras. «Era feliz dentro de mi familia, pero no en la escuela, donde era muy desgraciado, muy maltratado. Mi homosexualidad, sin duda… Mis compañeros de clase veían claramente que yo no era igual. Así que hicieron de mí su víctima propiciatoria. Me pegaban o me encerraban en los retretes…»

Pero Yves Saint Laurent soñaba con que un día su nombre se viera con letras luminosas en los Campos Elíseos. Ese fue el deseo cuando Henry Donat  Mathieu (su verdadero nombre) sopló las velas de su noveno cumpleaños. Su obsesión era triunfar, convertir su éxito en la más dulce de las venganzas. Y triunfó con su sahariana, su esmoquin o el jumpsuit (mono en español) piezas con las que revolucionó el sentido de la elegancia establecida. Piezas que ni el tiempo ni las modas han alterado. Piezas que  llevan la etiqueta de eternas.

Entradas relacionadas

8 comentarios

Virginia 16 noviembre 2011 - 17:56

A ver si antes de enero puedo acercarme por Madrid para ver la exposición, seguro que está genial. Lo malo es que estas cosas siempre se hacen por allí arriba y a los del sur no nos llega todo lo que nos gustaría en materia de moda. Besos

Susana Poo 16 noviembre 2011 - 14:41

Tuve oportunidad de ver la exposicion en Paris,habia poca luz tambien,pero los trajes lucian de igual forma,creo que puedo repetir de nuevo en Madrid me encanta!!!!

manuel obando 14 noviembre 2011 - 23:36

Me encanta dar una vuelta por el blog, siempre al dia.
Gracias por lo que haces por la moda y por acercarnos lo bueno.Besos Clara

Parole 14 noviembre 2011 - 12:10

El sábado estuve en la exposición y me pareció una maravilla, la verdad que merece la pena ir !!

Victoria Bioque 11 noviembre 2011 - 10:32

Estuve hace poco en la exposición y es una delicia, no podría quedarme con una sala nada más! Comparto contigo la opinión de que fue un visionario…. si no, que se lo digan a Juanjo Oliva, quien creo que tras ver la expo en París cogió bastantes ideas para su última colección. Ainsss lo que nos perdemos porque estas cosas no vienen por aquí! Besos Clara

Xaloc 11 noviembre 2011 - 10:02

Gracias a este blog valoro mucho más la moda y sus creadores.Esta periodista nos mantiene
al día de exposiciones, ferias y demás eventos relacionados con el arte y la moda, no sé como lo hace para estar en todos ellos, pero los que seguimos este blog le agradecemos su dedicación y su magnífica pluma. Espero tener tiempo para ir a visitar esta exposición.

Divina Pagana 11 noviembre 2011 - 9:28

Voy el puente de Diciembre a Madrid, me la apunto. Me parece maravillosa. Me ha encantado la foto del mítico vestido en homenaje a Piet Mondrian. Bravo Clara!!!!!!

Berta 11 noviembre 2011 - 7:30

He visto la exposición y es magnífica. El espectador se pierde en las salas, que como dice Clara, están oscuras. En el laberinto de la muestra hay un rincón que recrea su despacho. Una sencilla mesa compuesta por un tablón y dos caballetes, quién lo diaría. Sobre ella,distintos pisapapeles,casi todos, pequeños perros. Y lápices, el cubilete está llenos de lápices. En su espalda, un tablón, donde sobresale una foto de Catherine Deneuve, una de sus musas, que lució sus creaciones en la famosa película de Buñuel, Belle de Jour. Al parecer, según cuenta Bergué en Cartas a Yves, nada más saber la noticia del fallecimiento del creador, acudió a su casa, se tumbó en la cama junto al cadáver de su gran amigo y lo abrazó.
Enhorabuena por esta entrada.

Los comentarios están cerrados