Reflexiones. Olores y educación

por Clara Guzmán
Telademoda

Fotos tomadas de Glamour, La Vanguardia y Paperblog

Karl Lagerfeld es un diseñador de moda peculiar y lenguaraz, y no sólo por la rima, si no porque suele liarla parda cada vez que abre su boca. El káiser, como se le conoce en los ambientes «modisteriles», carece de abuela. «Soy el mejor en lo que hago» suele decir así, a bocajarro y como tarjeta de presentación. Unas veces tilda de gorda a una diva de la canción; otras llama fea a una hermana de futura reina, porque a veces las hermanas, y eso hay que reconocerlo, se ponen pesadas en su empeño en vivir de la fama cosanguínea. Bueno, pues ahora el director creativo de Chanel, además de su propia firma y de otra que sabe de su ingenio y también de su escasa diplomacia, ha soltado la siguiente andanada: «No oler bien es de mala educación». Se lo ha dicho a María Fernández-Miranda (al César lo que es del César y a ver si nos acostumbramos a nombrar las fuentes de las informaciones), compañera en Yo Dona.

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Todo venía a cuento porque ha lanzado dos  fragancias, masculina y femenina, donde mezcla los aromas del lirio, el cuero, el tabaco y la mandarina. No está mal la diversidad de olores. Para la elaboración de ambas esencias, el diseñador ha contado con los expertos Christine Nagel y Serge Majoulier, para el aroma de ella, y con Jean-Christophe Hérault, para el de él. Según Lagerfeld, con los perfumes pasa como con las personas, conectas o no. «No imagino la vida sin ellos. Es como renunciar a lavarte la cara», apunta en la entrevista de marras. Sí, en esa en que asocia educación con olores corporales. Es bien cierto que una vaharada de sudor puede acabar con un momento sublime, pero de ahí a asociarlo con tener poca urbanidad va un abismo. Es bien cierto también que un aroma putrefacto provoca fatiguita seca, como diría mi colega Diego J. Geniz, pero conozco a multitud de personas que exhalan, incluso por la boca, aromas delicados, sensuales y voluptuosos y no han conocido la educación en sus vidas muelles.

 

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Es lo que tiene generalizar, que uno puede resbalar y pegarse un batacazo. Claro que Karl Lagerfeld, como si se opera de la pituitaria. Se sabe el rey de la fiesta. Su egocentrismo llega hasta imprimir en el tapón de cada frasco de esencia su silueta, porque es «su sello personal». Sinceramente, prefiero otras frases acerca del perfume y sus repercusiones no sólo odoríferas, sino psicológicas en sus usuarios y en los receptores del aroma. Dior, que era un caballero a la antigua usanza, solía decir : «Lo que más recuerdo de las mujeres de mi infancia son sus perfumes. Sus fragancias llenaban el aire del ascensor». O Coco Chanel, que era lista como el hambre y una comercial como la copa de un pino. Y mira que es difícil vender. ..»El perfume anuncia la llegada de una mujer y alarga su marcha». Claro que si huele a chotuno, como dicen que olía la actriz Halle Berry, que estuvo ocho semanas sin ducharse para darle más realismo a su papel de consumidora de «crack» en la película «Fiebre salvaje», entonces sí que nos daría a todos fatiguita seca. No obstante, hay fuentes que aseguran que las partes pudendas (qué clásico eso de partes pudendas) sí conocieron el agua y el jabón durante ese trance. Gajes del oficio, señor Lagerfeld. Pero asociar emanaciones corporales nefastas a mala educación es coger el rábano por las hojas. Hojas que espero huelan a gloria…

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2 comentarios

Paco 23 julio 2014 - 19:34

Yo creo que es de urbanidad. Bravo por el artículo.

Juan 23 julio 2014 - 19:15

Coincido con la bloguera en que el aseo personal es condición necesaria, aunque no suficiente, para una buena educación. En este caso, el bueno de Karl no hace sino vender su producto, que en eso y en otras cosas es todo un maestro. Por cierto, el «Káiser» cada día se tapa más, ya no sabe cómo ocultar el paso de los años, el día menos pensado nos aparece cubierto con un burka. La que no necesita cubrirse es la gran dama Berry, esta mujer cada día está más guapa.

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