Evocación de Óscar de la Renta

por Clara Guzmán
Telademoda
A Óscar de la Renta le concedieron en el año 2002 La Aguja de Oro, galardón creado por la empresaria María Rosa Salvador,  verdadera artífice de que la moda tuviera en España su sitio de honor. Entonces lo conocí. Era un señor en toda la extensión de la palabra. Un «gentleman» si nos ponemos cosmopolitas. Un señor en su imponente fachón, que para esta cronista se asemejaba en su fisonomía a Manolo Blahnik, quien años después recibiría también el mismo galardón. Recuerdo a De la Renta exquisitamente educado para unos tiempos en que ser educado es una raya en el agua. Y simpático, muy simpático. O sea, un caballero.
 
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Sí, yo sabía que era amigo de la sevillana Naty Abascal y que se lo rifaban las señoras de posibles porque su costura era de campanillas, pero desconocía que su natural cercanía fuera su carta de naturaleza en un mundo en que la sofisticación y la excentricidad suelen ser los perfumes con los que se rocían los recién llegados. Recuerdo que el jurado de La Aguja de Oro había valorado no sólo su trayectoria sino el que nunca hubiera participado en la tendencia denominada «pornochic».
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Al contrario, subrayaban: «sus propuestas siempre han ido encaminadas a ensalzar a la mujer, nunca a vulgarizarla, siendo considerado como un gran clásico, de quien también ha tenido en cuenta la calidad de sus perfumes, del que «Oscar» es el más vendido». Óscar de la Renta nació en Santo Domingo y además de estudiar en la Universidad de su ciudad natal, consiguió convencer a su padre, un reputado agente de seguros, para que lo enviara a estudiar a la Real Escuela de Arte de San Fernando, en Madrid, aunque hay quien apunta que fue su madre la verdadera impulsora de aquella aventura.
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Su intención era dedicarse a la pintura abstracta, pero la moda se le cruzó en su camino, ya que entró a trabajar en el taller madrileño de Cristóbal Balenciaga. Allí fue donde logró el primer éxito que le abriría las puertas del triunfo, al diseñar el vestido de la puesta de largo de Beatriz Logde, hija del embajador de Estados Unidos en España. La joven salió en la portada de la revista «Life» con la creación de Óscar de la Renta, con lo que su nombre empezó a sonar en los círculos más influyentes de la moda.
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En 1961 se fue a París a trabajar con Antonio Castillo, ayudante de Balenciaga, con el que estuvo dos años, hasta marcharse a Nueva York donde lo «ficha» Elizabeth Arden para encargarse de su línea de alta costura y del sector de la belleza. En 1965 entró en el taller de la diseñadora norteamericana Jean Derby, a la que reemplaza cuando fallece. Sobre los cimientos de esta casa de modas alza De la Renta su propia firma, donde empieza a cosechar grandes éxitos, sobre todo con su colección a la que denominó «Gitana». En pleno fragor del mayo del 68 lanza su primera línea de boutique, pistoletazo de salida para la verdadera expansión de su marca.
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Hay que evocar también a De la Renta  en su faceta altruista. Fue el primero en tender una mano al díscolo John Galliano. Con la intercesión, eso sí, de Anna Wintour. Dicen que el exdirector creativo de Dior le salió respondón y todo se fue al traste. Ahora, el recién desaparecido modista no ha podido acompañar durante unos años, como era su intención, al inglés Peter Copping, a quien había incorporado al frente de su firma de moda. Todas recordaremos también una de su frases vivificadoras de la autoestima femenina: «Camina como si tuvieras a tres hombres caminando detrás de ti». En eso andamos, Óscar, en eso andamos.

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2 comentarios

Jesús 23 octubre 2014 - 0:05

Hola a todos. Me ha gustado esta evocación . Es verdad que ahora cualquiera que llega se cree que es Balenciaga. Encontrarse con gente humilde en este mundo no debe ser fácil.

Ana María 22 octubre 2014 - 23:47

Genial, genial. Me encanta como escribe usted. Muchas gracias.

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