Pasarela Aérea

por Clara Guzmán
Fotos: Alberto G. Puras

Fotos: Alberto G. Puras

No sé si se alguna universidad americana (que son las que se dedican a este tipo de encuestas)  habrá hecho un estudio entre la relación de la imposición del férreo e intimidante control en los aeropuertos, a raíz de los atentados del 11 de septiembre, y el incremento de las visitas a la esteticién, en su modalidad de pedicura y depilación.  Porque, en los últimos tiempos, al miedo a volar, a llegar tarde, a que Vueling diga que hay overbooking y te tengas que quedar en tierra, a perder la maleta, a que los controladores se pongan en huelga cuando supuestamente no tocaba.., hay que añadir la prueba del escáner.

Dicen los pesimistas – que según la frase hecha son optimistas bien informados- que de casa hay que salir «llorao».  Pero si el destino del «llorador» es el aeropuerto, a las lágrimas  debe añadir otros deberes, teniendo en cuenta que cuando uno se dirige ufano al control de pasajeros lo primero que va a hacer es poner su intimidad en bandeja. He visto señores con el pantalón casi hasta las rodillas una vez desprovistos del amarre del cinturón, y señoras con uñas como garras asomando por medias con carreras tan espectaculares como el circuito de Qatar,  una vez  descalzadas de sus espectaculares «manolos». Es la llamada Pasarela Aérea, que tiene en la tendencia calcetín hortofrutícola (vulgo tomate) el modelo más repetido. Modelo, no olvidemos, que puso de moda el presidente del Banco Mundial Paul Wolfowitz, cuando se desnudó de zapatos al entrar en la mezquita turca de Edirne. En esta improvisada pasarela  de bajos vuelos se pone en tela de juicio no sólo la higiene del pasaje (he visto roña por un tubo en ese «striptis» a la fuerza), sino el cuidado de sus interiores. Antes, la gente de este país -un país de origen rural, no nos olvidemos que con las glorias del «nuevoriquismo» se nos fueron las memorias-, se lavaba y se ponía sus mejores galas para ir al médico. Ahora, hay quien ha empezado a cuidar sus asuntos internos a raíz de la exposición a la plaza pública de sus «vergüenzas» por imperativo de la seguridad aérea.

aeropuerto-2He visto a una señora suplicar al funcionario que no le quitara las pinzas de depilar – «No sin mis pinzas, que voy a una boda» (?)-,  cuando poco después, si viajaba en primera, le iban a servir la comida con cuchillo y tenedor, armas más peligrosas que las utilizadas para desprenderse del vello rebelde. También  he visto requisar botellas de agua, que van a parar a un contenedor junto a cremas corporales, champús e incluso pelotas, cuando una vez cruzado el control se pueden adquirir muchos de estos productos, llevar en el bolso y beber a morro, si es cualquier líquido, dentro del avión. Una manera más de constatar que la vida y la seguridad aérea están llenas de contradicciones.

Los americanos, tan pudorosos ellos, han fabricado una ropa interior modelo pase control aéreo sin que el poli de turno se ría de sus senos y cosenos o se le alegren las pajarillas. Lo que no sé a ciencia cierta es si han inventado algún artilugio para que la proba funcionaria no te dé un golpe de kárate en el esternón (también llamado la canal del cuerpo) alegando que ahí  -dice el manual- es donde se guardan los/las delincuentes las armas blancas. Verídico. Me pasó en el aeropuerto de Las Palmas.

aeropuerto3Las normas no escritas ni difundidas de la Pasarela Aérea recomiendan ir vestido y calzado con las tendencias más sencillas y minimalistas del mercado, sobre todo si se va con el tiempo justo. Es muy normal que la cremallera de la bota se atore cuando anuncian la última llamada de tu vuelo. Pero no todo son malos tragos y azoramientos por la intimidad perdida. Se pueden incluso hacer amigos o verificar que la solidaridad también existe en lugares tan inhóspitos como los aeropuertos. Hay quien te ayuda a ponerte el abrigo, sin pasarse de la raya;  quien te sujeta el ordenador mientras buscas  su funda, perdida entre el resto de bártulos. Y hay incluso quien se presta a ponerte el collar y la pulsera porque los broches con las prisas se resisten. Ese fue el caso de la consejera de Estado y ex diputada del PSOE, Amparo Rubiales, a quien el otro día en el aeropuerto de Sevilla una solícita chica extranjera le hizo el mismo favor, pero al contrario, que José Rodríguez de la Borbolla a Soledad Becerril, cuando ésta le pidió amablemente  que le quitara el collar de perlas tras un acto en el Ayuntamiento hispalense.

42 comentarios

juan fermin 1 abril 2011 - 17:29

No se pueden hacer

Alberto G. Puras 31 marzo 2011 - 20:24

Recuerdo el año pasado, esperando ansiosos nuestras vacaciones más que merecidas, una escapada de una semana a Berlín. Teníamos enlace Sevilla-Madrid con Iberia y luego un Madrid-Berlín con otra compañia.
todo un sábado por la mañana. El jueves por la tarde saltó la noticia de la ahora conocida nube volcánica, el viernes por la tarde noche cancelaron nuestro vuelo Madrid- Berlín. Perdimos el importe de los billetes de Iberia, ya que esos vuelos si funcionaron, pese a todos los seguros y casillas marcadas al comprarlos. Iberia no perdona.
Finalmente nos fuimos en moto a Tarifa y no estuvo nada mal, pero nos quedamos con las ganas de conocer Berlín. Un destino en la libreta de futuros viajes,….

Eveline 31 marzo 2011 - 11:21

Es la primera vez que entro en este blog. Me lo recomendó una amiga. Me ha sorprendido.Sus artículos son distintos y escribe mucha gente. Yo una vez perdí en el aeropuerto de Madrid un colgante que me relagó mi chico. Con las prisas lo olvidé en una bandeja. Me di cuenta, volví y allí iba a estar el colgante.

Jimena 31 marzo 2011 - 11:12

Me he leido el artículo y los comentarios. Me ha llamado la atención el de Helene. Hay tanta rabia y dolor en lo que cuenta.

Mariquilla 31 marzo 2011 - 8:42

Que original. Me he visto reflejada.
Gracias

Helene 30 marzo 2011 - 21:08

Estos controles que ponen en evidencia la intimidad de cada uno me incomodan. Me recuerdan otros tiempos en los que España aún no había entrado en la Unión Europea y mis padres para venir de vacaciones tuvieron que enseñar al policía de la aduana el dinero que traían para todo el viaje. Fue horrible.

Amaro 30 marzo 2011 - 20:28

Este artículo es muy profundo.

Manolo 30 marzo 2011 - 19:31

Enhorabuena a la bloguera. Me he divertido leyendo este artículo. Nunca había entrada en este blog ni en ninguno. Alguien me ha pasado el enlace. Me ha hecho el gracia el nombre y ahí estaba este divertido e ingenioso artículo.

Cándida 30 marzo 2011 - 8:09

A mí también me altera este proceso. No sé si porque vuelo dos veces a la semana o porque me crispa los nervios la parsimonia de los policías.

Garcilaso 29 marzo 2011 - 21:09

A mi miedo a volar se ha unido ahora la incomodidad de pasar por el control, de enseñar el ordenador, de abrirlo cuando se le antoja al policía, de sacarme de los bolsillos las monedas y los miles de archiperres que suelo llevar. Paso una angustia horrible porque a veces me hacen sentir delincuente. Nunca me había metido en un blog de moda, pero mi hija me lo ha aconsejado. Me ha gustado cómo escribe esta chica. Me he leído lo de Calzados Marypaz y me ha parecido fuera de lugar. Las denuncias por explotación, a los tribunales.

E.R.S. 29 marzo 2011 - 20:11

Esta señora no sólo escribe bien sino que cuenta cosas. No soy de internet pero me han pasado el enlace o el link, como se diga. Yo ya soy talludito, por eso lo de Amparo Rubiales me ha dado un vuelco el corazón. En sus tiempos me tuvo loco y ahora me tiene cuerdo.

Macarena 29 marzo 2011 - 19:54

La segunda vez que iba a un aeropuerto también me dejé el móvil en la bandeja. Me di cuenta ya en el avión y fue angustioso. Volaba a Londres y tenía que avisar a los señores que me iban a recoger. Convencí a un señor para que me prestara el suyo. Gracias a que mi madre meapuntó el numero en una libreta con otras recomendaciones.

Javier 29 marzo 2011 - 19:17

Si, José Luis, te comprendo.Yo perdí el móvil porque cuando estaba pasando el control por los altavoces anunciaban la última llamada de mi vuelo. Me aturdí tanto porque no podía perder ese vuelo por motivos familiares que me quedé sin móvil y desconectado del mundo.
Buena entrada.

José Luis 29 marzo 2011 - 19:06

Es la primera vez que entro en est blog. Me he leído este artículo y sólo tengo alabanzas para la bloguera. Es un artículo con mucho fondo. Saludos desde Alcorcón. Yo también he padecido los controles. Una vez, con las prisas, me dejé el reloj en la bandeja. Me lo habían regalado mis abuelos por mi comunión. Confieso que lloré amargamente. Claro, nunca supe más de él.

Amanda 29 marzo 2011 - 18:50

Escribo desde La Coruña para felicitar a la bloguera. Yo he perdido varios vuelos por los jodidos controles.

Diego Valor 29 marzo 2011 - 18:49

Este artículo dice muchas cosas interesantes bajo la apariencia de la frivolidad de la moda y saca a colación personajes que han sido muy relevantes en la política andaluza como Rodríguez de la Borbolla, Amparo Rubiales y Soledad Becerril. Este blog es diferente.

Blanca 29 marzo 2011 - 18:34

Me parece fantástico este artículo Toca con ironía muchos aspectos. Me encanta lo de los tomates. A mí me pasó una vez. Me fijé en un chico que me gustaba y cuando llegamos al control de pasajeros se quitó los zapatos y llevaba dos tomates en los calcetines por donde asomaban unas uñas asquerosas. Se me cayó a los pies.Nunca mejor dicho.

Juan 29 marzo 2011 - 18:33

Miguel Ángel Loma ha situado muy bien la cuestión. ¿Hasta dónde podemos ceder nuestros derechos individuales en beneficio de un bien común, en este caso la seguridad? Una de las muchas frases atribuidas a Winston Churchill reza que cuando en una democracia llaman a la puerta a las seis de la mañana, solo puede ser el lechero. La inviolabilidad del domicilio, como la de la correspondencia, el derecho a la intimidad, al honor, etc. son garantías recogidas en todas las constituciones democráticas. La facilidad con la que nos obligan a desnudarnos en las salas de los aeropuertos casa mal con esos principios y eso que hasta ahora nadie ha contado aquí lo que sucede cuando a pesar de desprenderse de varias capas de ropa, la dichosa alarma sigue sonando y nos hacen pasar a una habitación donde un guardia o una guardia comienza a enfundarse tranquila y disciplinadamente unos guantes.

Pastora 29 marzo 2011 - 18:28

Esta entrada tiene su mijita de guasa. Acabo de conocer este blog porque me han mandado el link. Lo más importante para mí, profesora de Lengua, es que está muy bien escrito. Llevo una hora leyéndolo.

Ana V. 29 marzo 2011 - 18:22

Yo estoy de acuerdo. Amparo Rubiales es una tía estupeda.Las nuevas generaciones no conocen su lucha por las libertades. Recomiendo su libro «Mujer de mujeres».

Isabel 29 marzo 2011 - 18:00

Yo también creo que Amparo Rubiales es un pedazo de mujer.Luchadora por las libertades y consecuente con sus ideas. Ojalá hubiera más mujeres como ella.
Me ha encantado este artículo.Es muy irónico. Al menos yo lo leo así.

Herminia 29 marzo 2011 - 17:43

Me gusta mucho este blog sobre todo porque está muy bien escrito.
Saludos desde Oviedo.

Carolina 29 marzo 2011 - 17:36

A mí también me requisaron unas pinzas de depilar. Y yo no iba a una boda.
Buenísima esta entrada.

José Juan 29 marzo 2011 - 17:26

Esta señora bloguera escribe muy bien. Me encantaría conocerla.

Jorge 29 marzo 2011 - 17:26

Me ha encantado la anécdota de Amparo Rubiales. Ay, Amparo Rubiales, pedazo de mujer.

Eva 29 marzo 2011 - 16:44

Me horrorizan los controles pero estoy con este señor. ¿Por qué no miran con lupa en los trenes de cercanías? Riesgo hay en todas partes. Me ha encantado la entrada. Está escrita desde la inteligencia.

Esther 29 marzo 2011 - 8:39

Estoy con la tesis de Miguel Angel Loma. Cuántas contradicciones jurídicas hay. A mí nunca me ha pasado nada en un control, pero a mi hermana la hicieron pasar siete veces por el escáner hasta que se dieron cuenta que el pitido procedía de una tachuela del pantalón vaquero.

Carlos 28 marzo 2011 - 21:26

Juan Antonio, macho, no des ideas.

Juan Antonio 28 marzo 2011 - 21:15

Inteligente comentario el de Miguel Ángel Loma. ¿Por qué no hay ese mismo control en los AVES que cojo cada semana?
Muy inteligente también el artículo. Felicito a la bloguera.

Miguel Ángel Loma 28 marzo 2011 - 20:37

Aunque el tema que tan acertadamente comenta Clara, ofrece aspectos de lo más variopinto, me gustaría subrayar, desde el punto de vista jurídico, la grosera contradicción que supone en nuestras sociedades occidentales, la instalación de un sistema ultragarantista con el supuesto respeto a nuestra intimidad (o eso dicen) y el crecimiento de un ámbito tan a merced de los abusos del personal de los aeropuertos, como es el aquí analizado. ¿O no resulta «curioso» que, con base en la presunción de inocencia que nos ampara a todos, y el sagrado derecho a la intimidad, al honor, a la propia imagen, etc., etc., ningún juez pueda a su libre albedrío intervenir nuestra correspondencia, extraernos una muestra de sangre, violar la intimidad de nuestros hogares, desnudarnos, etc., mientras que cualquier miembro (miembra) del personal de seguridad de un aeropuerto pueda semidespelotarnos a la vista de todos por el simple hecho de que queramos coger un avión? ¿No es esto un ataque a la dignidad y a la propia imagen? Para algunas pobres criaturas, creo que resulta de lo más humillante… Se me contestará que todo se hace por «nuestra seguridad», pero no me vale la justificación. El mayor y más cruel atentado en España, el del 11-M, se realizó en unos trenes de cercanía, ¿por qué no se toman entonces esas mismas exquisitas medidas de los aeropuertos, antes de coger un tren, incluidos los de cercanía? Juegan con nuestro miedo, pero como apunta Ángel Amigo al final los malos siempre se les escapan vivitos. Y con la excusa de la seguridad, y por «nuestro bien», acabarán despelotándonos por las calles. Aunque la verdad es que a muchos, y a muchas, tampoco es que eso les iba a suponer un gran sacrificio, porque con la modita ésa de los pantalones bajados, parece que siempre están a punto de coger el avión.

Marujo 28 marzo 2011 - 19:53

Soy la otra cara de la moneda,utilizo poco el avion,pero siempre que lo he utilizado he tenido suerte,en todo,facturación,control y demás.siempre me ha salido todo niquelao,incluso he tenido suerte en el transporte hacia el aeropuerto.Una vez a un taxista se le olvidó poner el taximetro y me facturo a ojo,tuerto seria porque con lo que no me cobró desayuné un continental.Ahora no vuelo,quiero morirme teniendo el honor de ser de los pocos en el mundo en tener una experiencia positiva de aeropuertos,controles,esperas,servicios y aviones

Marcos S. 28 marzo 2011 - 19:43

Estoy a favor de los controles. Con ir un poco antes al aeropuerto es suficiente. Luego no nos quejemos si pasa algo.

Rosa 28 marzo 2011 - 18:13

Efectivamente, es una contradicción que no podamos llevar pinzas de depilar cuando en el avión nos dan cubiertos de metal.

Inmaculada 28 marzo 2011 - 18:02

Yo también perdí un vuelo por el dichoso control.

Carmen 28 marzo 2011 - 16:43

A mí los aeropuertos me parecen tristes. Siempre tengo ganas de salir corriendo cada vez que me veo en ellos. Si encima ahora tienes que pasar por el escáner es como si te dieran la puntilla. Me ha gustado esta entrada. Está muy bien escrita.

Almudena 28 marzo 2011 - 16:14

Los aeropuertos son lugares inhóspitos, donde se mezclan el miedo y la expresión de falsa normalidad. Desde que leí el relato de García Márquez: El avión de la bella durmiente». Me paro en mirar a la gente, en qué hacen o en qué piensan antes de coger un avión. El protagonista le pregunta a la azafata de control: Usted cree en los amores a primera vista? y ella le responde: Claro que sí, los otros son los que son imposibles. Claro está que cuando el nobel colombiano escribió este relato no habían caido las torres gemelas, y pudo idealizar a su «bella», si necesidad de verla desprovista de las armas de seducción en nobre de la seguridad.

Melissa 28 marzo 2011 - 15:06

Estoy con Ángel Amigo. Ya está biaen que nos traten como a delincuentes a las personas de orden. Yo me siento así cuando empiezan a hurgarme todo en los controles de los aeropuertos. El último me pasó el otro día en Barcelona.

Ángel Amigo 28 marzo 2011 - 13:47

Esto es una epidemia. Sólo que los apestados somos los que pagamos dos veces: el billete y los impuestos. Las autoridades deberían ser capaces de garantizar nuestra seguridad sin tratarnos como a presuntos culpables. Sobre todo cuando al final los malos se les suelen escurrir vivitos. El artículo describe una realidad a la que corremos el peligro de acostumbrarnos. Cuanto más «guapos» nos dicen que nos pongamos, más nos persiguen. Pero pensemos que nos arreglamos por nosotros mismos, no por el ojo que todo pretende verlo.

Jesús F 28 marzo 2011 - 10:51

Dejad que os cuente algo por favor, verídico! En un control de seguridad a una amiga que viajaba conmigo un simpático policía le gastó una broma cuando menos original: al pasar su bolso por el escáner éste la detuvo y le preguntó si el bolso que aparecía en pantalla era suyo MOSTRANDO UNA PISTOLA!!! Claro mi amiga se quedó helada y petrificada hasta que el policía le desveló que era broma jejeje. Vaya nos quedamos los dos un poco sorprendidos. Agente, el próximo día que quiera ligar con mi amiga utilice fórmulas más convencionales del tipo ¿estudias o trabajas?

MARTA VERA 28 marzo 2011 - 10:28

Llevas toda la razón, deberían hacer un manual del viajero moderno, como dormitar con el cuello como una arcayata, como seguir siendo un encanto después de tres retrasos de vuelos y 18 horas de viaje, etc…
Ay Clara, que viajera estás hecha. Besos

Paloma 28 marzo 2011 - 10:27

Divertido y original. Una vez perdí el avión porque la cola era larguísima y los polis se pusieron muy pesados con pi pi pi del escáner.

Ignacio 28 marzo 2011 - 0:10

Genial esta entrada y muy divertida. Una vez en el aeropuerto de Sevilla un señor mayor muy bien vestido pasó un apuro horrible porque al quitarse el cinturón del pantalón en el control de pasajeros enseñó a todo el mundo un tanga de estampado de tigre. Una cosa horrorosa.

Los comentarios están cerrados